martes, marzo 29, 2005

dimenticami

Me gustaba el mundo sin ti, cuando mi pluma no se anquilosaba en búsqueda de precisión en halagos y sofisterías románticas. Me gustaba el ayer lleno de libertad, donde el cálamo currente de mis letras viajaba en el tiempo, le hacía frente al futuro, le dedicaba sonetos a la muerte; donde la luz de tus ojos y el sueño de tu voz eran las primeras en mi lista de improbables, y donde el miedo a ser mortal, a perecer, yacían lejos de mi consciencia. Me gustaba la ironía y el fino sarcasmo, las horas sin fin en el cafè de los obis y dioses, las miríadas de transeúntes en la urbe, las almas eremitas, la autosuficiencia de los lagos en mí, las rimas y canciones de mi sombra. Me gustaba cuando eras utopía y encanto eterno, cuando eras musa y no agonía. Los días y las noches lloran ahora por el heautontimoroumenos en mí, mi propio verdugo. Y la sinceridad de mi padecer sólo clama por un nepente divino, por el imposible regocijo de la amnesia, pues dulce es la inconsciencia y el no recordar, y nada arrebata y desgarra más que tu indiferencia, que esta ridícula impotencia, que la muerte irredenta de mi ambiguo amor por tus besos, por tu reciprocidad que sólo habita en una dimensión a lo profundo de la noche, que invade mis madrugadas en delirio, tan deliciosamente melancólicas como el vino añejo -el grito, la lágrima, el dolor, suspiro-. Nada más queda, nada más quieren mis ojos y mi pecho que el regazo del padre eterno, ¡dulce oblivium, abre los brazos hacia mí!.

Tuyo,
de un botón de tus versos,
y de un gris en tus fotos,


conejírico


Domingo 27 de Marzo, 2005

martes, marzo 08, 2005

sin título

A ti, amante de la locura, reina del desasosiego, y aficionada de la sana y rara cordura.
A ti, te escribo hoy, con la febril esperanza de que te conviertas algún día en mi periódica visitante de dormitorio.
A alguna, que busque y aspire engrandecer su nombre y su sexo por encima de las moscas e intonsos. Que huya de la luz como el anacoreta que ahora soy, refugiado del caos emocional del mundo tangible, para encontrar a su pareja en soledad.
Te escribo hoy, a ti, que en alguna vida pudiste leer mis pensamientos y mirar de cerca mi corazón. He perdido las alas y el camino para convertirme en hombre, y espero estas palabras vayan de vuelta al espíritu que alguna vez me escuchó, sin necesidad de mover mis labios.
A ti, el mismo rostro en mis sueños, te escribo para recordarte la suerte a la que me dejaste, con estos ángeles de piedra, incelestes y rígidos, y con uno que otro de piel y huesos, improbable y milagroso.
Contemplo, desde mi solitaria jaula que comparto con dragones y babosas, las cárceles en las que los demás se encierran. El saber y estos malditos altisonantes acordes me devoran el alma y me consumen poco a poco, mientras espero la llegada del justo solacio que sólo tus manos me pueden otorgar -¡Diva! ¡Supplicem exaudi!

lunes, marzo 07, 2005

La Noche - segunda parte

Los tristes violines, el sollozo de los cellos, el enigma de su aroma, la magia de su perfume natural y de mi río favorito. Las estrechas y rústicas calles de una ciudad en romance, los desolados callejones donde extraños buscan su soledad, el café y el agua que al fundirse extrañan sus labios, los segundos y las horas que nos azotan al pasar y al pasar por la carne y mente de esta lucífuga criatura. Su silueta sin fin, sus ojos en los que me ahogué mas de una vez, sus rojizas hebras, los caminos y aceras por los que mis pies vagaron por la nostalgia de su recuerdo.
Son estas letras, la pluma con la que dibujo mis sueños y la tinta con la que traspaso inexhumables amores al papel, los proverbios y acordes de omniscios y herejes que mi garganta le recita a la luna, la compañera que nunca juzga y con quien intercambio melancolías.
Es el húmedo asfalto, las prematuras hojas autumnales, las pesadas gotas de invierno y los sonetos que las estrellas me devuelven. Es el anhelo de nuevos mares, la repetitiva y ridícula esperanza de un mañana menos amargo, y la ira que reencarna con cada luna en este obsoleto vehículo físico. Son estas manos de madera, sin deseos ni motivos de existir por sí solas, como las de un pinocchio sin redención.
Es la gente en silencio, la comatosis de los helmintos, las mesas y sillas en solitaria quietud, las arrogantes trompetas, los enamorados y enamoradas, los tacones altos, el humo que exhalan sensuales sonrisas, las luces de colores, los acelerados latidos, los electrónicos tambores, los corazones en éxtasis, las alucinógenas caderas y los ritos de fin de semana.Eres tú, siempre tú, semper eadem a la luz del día y en esas oníricas continuaciones de la realidad que se pasean a la madrugada, las que finalmente explotan en lágrimas al amanecer. Siempre tú, mi incierta favorita.

sábado, marzo 05, 2005

día 470

Sección social de nuevo. Derecho a los fotos ignorando los famèlicos en las calles-página 4, el nuevo alcalde-1era plana, y el futbolista europeo más cotizado cinco páginas más abajo. No la puedo encontrar. “Te busco en los cocteles, en las cenas de negocios, las fiestas de fin de año y en las reuniones de la èlite urbana” le gritan mis ojos. La busco con la misma vehemencia, con la fresca esperanza cada día de eventualmente encontrar su sonriente rostro. La busco todas las mañanas tratando de borrar así ese fragmento de mi vida hace ya tanto cuando una (poca ortodoxa) correspondencia perforó mi corazón con la noticia de que había muerto. Pero mi insana consciencia convence a mi voz de que la carta sólo existe en un mal sueño. Por ende si no es real, tampoco lo es su ausencia. Ella sólo es inexistente ante el ojo físico.Quererla, anhelar. Toda la vida...anhelarla. Cada representación, cada simbolismo, cada texto escrito y cada palabra embellecida busca dibujarla a ella, existe sólo por esbozar su ternura. Ella es la musa perfecta, una fuente inagotable de esperanza e inspiración, es una utopía: desearla, amarla, mas nunca tenerla. Es una utopía proteiforme en mis sueños, en los que ni mis instintos se rehúsan a perderla, pues en lo libèrrimo de mi yo onírico me reduzco a milímetros, “es entonces donde atraviezo las millas de tu piel. Avanzo desde tus interminables piernas, subo a tus empinadas caderas, recorro los vastos pliegues de tus manos, el angosto e infinito sendero al paraíso a lo largo de tu espalda, la simetría de tus cejas donde me escondo de tus ojos, tu nubilar boca, las megalomanías en el camino hacia tu abdomen. Correr, subir, y escalar, para finalmente entrar en ti, allá donde las curvas oscuras más allá de tu ombligo se encuentran en lo que parece ser el reconcilio de la vida y la muerte, y ser Uno contigo....para siempre”.

Contingencia

Si he de amarte,
si la luna se estrella en mi coraza cardiaca,
he de amarte si eres real.
Si he de existir,
si tus pètalos se abren hoy para mí,
y tus sonrisas se disuelven dentro de mis ojos,
he de saber que soy real.
Si he de tolerar tu ausencia,
si he de hurgar en infiernos y elíseos mientras te pierdo,
he de abrazar estas llagas mientras te recuerdo.
Si es tuyo el por què y mía la respuesta,
si dos errantes buscan afecto inerte en otros brazos,
he de buscar un nuevo sentido para mi caminar.
Si el mundo es de dos y no autarquía,
si tus labios sellan lo que no podrá ser,
y centellas colisionan en el ocaso de nuestro imposible,
he de entonces inhumar para siempre
mi única posible felicidad,
y soñar, soñar,
suspiro y soñar...

Claroscuro

Cuando dos anónimos bailan en silencio en contraluz a la luna, le coquetean a la vida y a la vida post mortem, se mueven en paroxismo bailando sobre las melancólicas cuerdas de un cello celeste, se mueven embrujados por las ondas de un contrabajo que densas bañan la noche...

Tú y yo bailamos, y a la vez, navegamos más allá del mar y las estrellas, hacia lo profundo de las constelaciones en madrugada... Caminamos de la mano, de paseo por avenidas y desiertas calles mientras tus tacones reverberan el sonido de nuestro silencio, extendiendo nuestro propio espacio, imponiendo nuestra autoridad en la nocturna atmósfera para finalmente, de espaldas al mundo y a los dioses, ver el universo por vez primera y con los ojos cerrados, a travès de tus labios, beber la verdad de tu alma, y con los brazos entrelazados, desafiar al reloj y hacer este trance y este beso perpetuos, detener el tiempo, detener el dolor...

A...

Tus delicadas manos, tus ojos, esos enormes luceros de jade, tus caricias, tus labios y el pecado de tu lengua, el embrujo de tu voz y tu sonrisa se pasean todas, noctámbulas, en mi calavera. Ellas debaten y me cuestionan, me discuten e indagan sobre tu ausencia, me preguntan si extrañarte nos hace daño, si al quererte estoy errado. Mi contraparte les contesta: “por què aferrarse a algo tan trivial y tan efímero? Pues todo en el mundo está hecho para ser perecedero”. Mi yo discurre e interviene: “Ella es como el sueño veraniego, como el rocío y la ingrávida brisa de mar, su perfume llena mi cabeza con románticas conjeturas, con idilios de medianoche cogidos de la mano hacia el amanecer, amándonos con un amor que es más que amor, irrompible, atemporal. Ella quiere que abra los ojos una vez más, que vea su luz y su cariño en derredor mío, que despierte a la única religión, la del amor”. Estos célicos milagros son todos fugaces por naturaleza como oriónidas en el firmamento, y eso es algo que la madre sabiduría nos enseña. Pero negarse a verdades tan hermosas, rehusarse a tocarla y fundirme con sus dedos, a besarla y susurrarle magia a sus oídos, iguala a la muerte. Podría ser narciso y mentir y fingir por eternidades. Podría mentir y consecuentemente morir, mas yo nunca he podido matarme.