lunes, enero 13, 2014

La psicodélica experiencia del todavía - Parte I

Brujo. 'Emproblemado', con los días contados, dibujando, empero, una estrategia más, a manera de paraje, paisaje, lienzo cuco. ¡Gloria in excelsis!

Darse de bruces con hedor insoportable, y exhalar, y gemir. Y pararse y asumir ser combustible propio. El inicio de la travesía.

Conocí primero a tres danzarinas cantoras. Seductívagas, condescendientes, alcalinas, desteñidas por sus propias luces, irradiadas, bañadas en rimas, envueltas en frutas rojas.

Me ofrecieron una cornucopia de letras ácidas y pasos de baile. ¿Cómo negarme a una libertad descalza? ¿y bailar y retoñar una endorfinógina silueta? Un zapateo honesto, naturaleza pura, nada de ilusiones fantasmales, nada de visiones ni más allá irreales.

Aborrezcan las mayúsculas. Es lo que les dije. Es lo que le digo a los míos. Corten las elipsis, corten la ridícula esperanza, ¡a enfocarse en el aquí y ahora!

Luego, ascendí a las cumbres, y desde el cénit de mi consciencia alabé a lo más sublime y, entonces, tuve el valor, y me defragmenté, me descompuse en colores y tonos que había olvidado, en ondas reflexivas que tocaron y llegaron hasta mis congéneres y ángeles rebelados. Los volví a bautizar, los perdoné, y les pedí el valor de la renuncia.

Hay que tener valor, y conocer y ponderar el valor... de lo amargo, de la bruma, de la duda.

Seguí, caminé, y aprendí y recordé: ser poroso, ser abierto de corazón, vaciarse, totalmente.

Así pude escribir mi siguiente camino. Y le dejé a una princesa una nota en llamas: "fue...".

Bajé, finalmente, al domo bajo tierra que habían construido mis benefactores en secreto. Un sueño, enredado en lo más hermoso de los carriles del tiempo. Allí, encontré enternecedores y enceguecedores caprichos, en blanco y negro, en grises oceánicos. Hogar. Bajo la mar, bajo la densa y eléctrica mirada de mi más bella sirena, más honesta y perfecta que cualquier mortal de realeza, a la que nunca tuve que esperar, porque siempre me necesitó.

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La inmensidad

La inmensidad, la inmensidad, la inmensidad, la inmensidad... de la penumbra...

La inmensidad, la inmensidad, la inmensidad, la inmensidad... de una cama de escamas...

La inmensidad, la inmensidad, la inmensidad, la inmensidad... de la noche... la que rompe la elipsis...

Otra vez, otra vez, otra vez, otra vez y otra vez...

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domingo, enero 12, 2014

El génesis de sus preguntas

Médium, amenazado por su propia extinción.

Quise ser fulgor, pero me confundí en el sahumerio de mis convicciones; las trompetas, las escaletas de ayer, los libretos de mañana; me preocupa el fallo cardiaco de mi pluma, no quiero luego tener que decir “Fui. Fue…”.

¿Qué hace –por cierto- la pluma cuando está sometida bajo una culpa y comprometida con el corazón de su brujo?...

Quise ser silencio, quise lavar mis tintas, pero no me fue bien, me enredé en el proceso de ruptura entre mocedad y poder.

Quise ser balcón, quise ser el abrazo y el reencuentro de colosos del sur, conmemorando una vez juventud y promesa de altísonos y altísimos parnasos.

Quise ser núcleo e hijo, pero no me salen las palabras, no me sale aliento ni sangre, más que el crúor para pintar vanidades.

Solo me sale el trance de tontones hipnóticos a bajo tono, como los que se escuchan en la Recepción del hangar al pie de la autopista de los futuros.

Solo me sale ser gusarapo y agua, ser sin forma.

Solo me sale ser el génesis de las preguntas y de la larga vida de mis diablos y enemigos…


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