domingo, febrero 02, 2014

La papisa (La psicodélica experiencia del todavía - Parte II)

Bruja. Sumergida en su propio ocaso: Aprendí con esa sangre todo lo que tenía que aprender.

Entonces, solo entonces…

Encontré el conjuro correcto. Ante mí, responden todas las ánimas. Luz y sombra, reaccionan ante mi pluma, embajadora de esperanza.

Soy electricidad, soy tormenta, desato el caos del que tanto huyes.

Puedo olerte… siempre y todavía.

Mis procesos no se detienen jamás, ni mis aciertos, ni mis desaciertos, ni mis bienes ni males orgánicos.

Amanecen de nuevo mis desconciertos, mis indefinidas procrastinaciones, mis infinidades, para darle forma –vía cada esplendor– a lo que soy, y renacer, y reconstituirme, y redefinir mis figuras, mis divagaciones y la astucia de mis dudas.

Puedo saborear tu crúor, que se repite en mis avenidas, en mis intersecciones, que se parecen tanto a las brechas irregulares y a las mentiras de tus ojos oliva.

Todas las mentiras que conozco se juntan. Todas, se pasean, se engañan entre sí, se confunden, se funden, se asimilan, se entienden entre sí, se solapan y se quieren entre sí. (Me gustan más tus mentiras)

Fui viaje sin retorno. (Me gusta más la penumbra, sin ti)

Fui pala. Fui ‘entonces’. Cavé, hasta lo más profundo, hasta lo más inexhumable. Mitigué la vergüenza y la reemplacé con rojo inextinguible, no con odio inflamado. Como buena reina de pescadores y soñadores, sin embargo, me di paso, para ser algo más acorde a mis sueños.

Soy ‘todavía’. (Soy entonces, soy siempre)

Una aclaración. Te he buscado por todas las calles. He vagado por cada corredor, por cada pasaje, por cada bar, por cada crepúsculo y por cada tecla. Un gran ‘pero’: Eres lo mejor que nunca has sido antes cuando haces falta. Eres algo perfecto, siempre y cuando hayas existido solo una vez.

(54)