lunes, septiembre 09, 2013

Natural. Segunda parte.

Estoy parada a un metro de la puerta. Un metro detrás de ella. A punto de tocar el pomo. Veo la luz a través de la ventana. El televisor encendido. Mi padre. Algún día… no desearé entrar ahí, donde hasta ahora puedo verlo sentado en el sofá de la sala. Algún día me quedaré aquí, estática, impávida, escurriendo mis ridículas y triviales lágrimas.

No tengo esa naturaleza. No es natural en mí ser afectiva, tal vez hacia ellos. Dicen que lo que no es natural ni espontáneo no es genuino. Tal vez.

Entro finalmente. Sé con anterioridad lo que nos diremos. Un hola menos afectivo que el de él, ahora más cariñoso, ahora más vulnerable, ahora más condescendiente y menos virulento que una veintena de años atrás. Clásico.

Subo. Sobre mi cama, las medias de un niño de cuatro años. Mi sobrino. Me quiebro en lágrimas sobre mis rodillas y me quedo dormida en el piso...

Sí, algo anda mal. Creo que ahora lamento enlutecida prematuramente, sollozando y construyendo un presagio oscuro, cada día, por cada día que lo odié.

Algo que no es natural, en muchos y muchas, es cruel y patéticamente natural en mis huesos y muecas, espantosas, virulentas, que no se entienden, que no se aceptan, que no se quieren…

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