domingo, agosto 04, 2013

Elemental - segunda parte

Matilde: A mí me gustan las nubes, y he aprendido a admirar un día soleado, con ellas posando, o bien, nublado y ellas esparcidas en el horizonte por sus pecados. Me gustan los hoyuelos de los niños, sus dientes de leche y sus ojitos sospechosos. Los chocolates gringos y el té de coca, para sobrevivir la noche. Pero eso no me exime de mis miedos y ascos.

Los olores... Los olores me fascinan, van más allá de mí. Es curioso, porque confío más en mi memoria olfativa que en mis pensamientos muchas veces. Me enamoro por un olor y me quiebro por un grito. Supera la sinestesia entorpecida. Y me asegura de estar atada a algo intangible, a un reino panteísta de la maravilla de todo lo que me ha rodeado. Pero, esas son solo divagaciones.

La mierda es solo mierda, y como tal, si le doy mucha importancia pierde su beneficio adquirido.

Las caricias son perpetuas mientras tengas un sentimiento vivo. Las imágenes son memorias que surgen en un sueño perdido. Los sabores son pasiones materializados en placeres tan íntimos, tan endebles, tan efímeros. Los sonidos nos rodean y nos conectan con el prójimo o relacionado.

Entonces, si tengo todo ésto que me convierte en activa ante el universo, ¿por qué confiaría en la razón, en lo lógico y lo establecido? ¿Por qué leería la técnica y no me guiaría por el instinto?

Pues... es fácil, para mi pesar admitirlo... porque aún con un poco de lucidez depresiva, siempre... siempre... todo lo que haga, me lo acarreo yo misma.

Caballero: Tienes la pluma de un Embajador de Esperanza, ese que el mundo está esperando... al menos yo, que quiero liberar a los eslabones del Gran Engranaje. Un Embajador de Esperanza es por definición el portador del agua, es el espíritu que difunde lo que el mundo realmente necesita, a través de sus palabras, su conciencia y su forma de comunicar y escribir, un talento casi extinto e inexistente en las nuevas generaciones. El portador del agua bendice al mundo trayendo una nueva era.

Tengo un desgano y aversión por todo y por todos, últimamente. Pero mi esperanza está en que los demás estén dispuestos a dar el paso al costado, estremecidos y conmovidos por la pregunta más importante, que debería volverse un conflicto que obligue y empuje del deseo al accionar: ¿ser osado y estar dispuesto a vivir de sus ideales, o cautivo de la Gran Depresión?.

Matilde: ¿Pero qué hago cuando un billete vale más que una caricia y un trabajo es más buscado que un abrazo?

Caballero: Yo creo en la maravilla del desaprender. Y creo que en el fondo, el mundo también. Y si no, también estaremos las islas, aquellas que decidieron dejar de ser sojuzgadas y que perdieron la batalla libertando sembríos y enseñando a desprenderse, para vivir desprendidos y afortunados.

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(Con contribución de DaDanis Versicular)