domingo, noviembre 24, 2013

La rata, la maravilla y el beso baladí

Te saludo, maravilla. Te regalo un guiño, nictálope, si es que logras verme hacia lo alto y lo profundo, hacia lo lejos, más allá de tus faroles, más allá de la carne, de lo baladí, de lo perfecto.

Te invito, castidad del ayer, restricción y desdén, maleficio y mosca canchera, una taza de aromática con sabor a futuro, con panela de ilusión y tinte rojo metálico.

Ya sé que tu cerebro lo ha bloqueado todo, y por eso el tabaco se queda en tus ósculos, en tus labios que han perdido lo etéreo, lo deletéreo, lo letal y lo quermes.

Recuerda que soy todo oscuridad (la oscuridad debe quedarse como oscuridad), no hay nada de luz en mi faz, mas que la paz de mis anhelos (y el silencio, necesario para mis procesos), que buscan visitantes a mi reino de larvas. Ojalá sean diurnos -aún cuando no me sea permitido-, taciturnos -a pesar de mi ansiedad conspiradora- y famélicos -me gusta cocinar para extraños-.

Vení.

(58)