lunes, marzo 07, 2005

La Noche - segunda parte

Los tristes violines, el sollozo de los cellos, el enigma de su aroma, la magia de su perfume natural y de mi río favorito. Las estrechas y rústicas calles de una ciudad en romance, los desolados callejones donde extraños buscan su soledad, el café y el agua que al fundirse extrañan sus labios, los segundos y las horas que nos azotan al pasar y al pasar por la carne y mente de esta lucífuga criatura. Su silueta sin fin, sus ojos en los que me ahogué mas de una vez, sus rojizas hebras, los caminos y aceras por los que mis pies vagaron por la nostalgia de su recuerdo.
Son estas letras, la pluma con la que dibujo mis sueños y la tinta con la que traspaso inexhumables amores al papel, los proverbios y acordes de omniscios y herejes que mi garganta le recita a la luna, la compañera que nunca juzga y con quien intercambio melancolías.
Es el húmedo asfalto, las prematuras hojas autumnales, las pesadas gotas de invierno y los sonetos que las estrellas me devuelven. Es el anhelo de nuevos mares, la repetitiva y ridícula esperanza de un mañana menos amargo, y la ira que reencarna con cada luna en este obsoleto vehículo físico. Son estas manos de madera, sin deseos ni motivos de existir por sí solas, como las de un pinocchio sin redención.
Es la gente en silencio, la comatosis de los helmintos, las mesas y sillas en solitaria quietud, las arrogantes trompetas, los enamorados y enamoradas, los tacones altos, el humo que exhalan sensuales sonrisas, las luces de colores, los acelerados latidos, los electrónicos tambores, los corazones en éxtasis, las alucinógenas caderas y los ritos de fin de semana.Eres tú, siempre tú, semper eadem a la luz del día y en esas oníricas continuaciones de la realidad que se pasean a la madrugada, las que finalmente explotan en lágrimas al amanecer. Siempre tú, mi incierta favorita.