sábado, agosto 04, 2012

El juego (Sueño de luna)


"'¡CORRE!', me gritan de fondo. Pestañazo y sacudida. Mi visión se aclara un segundo después para dejarme ver el interior oscuro de una sala de juegos. Mi familia me acompaña, incluyendo a mi sobrino de tres años, a quien tengo sobre mi regazo. Estamos sentados, inmóviles, impávidos, en distintos tipos de sillones, cada uno ajustado a nuestras propias 'realidades'. Cada uno puede sentir que su asiento huele y se siente como algo familiar para sí mismo. De alguna forma mi silla es parte de mí, al punto en que es inevitable... la sensación de que el asiento me posee, se desconfigura, se desdobla y me abraza, me aplasta, casi triturando mis huesos.

La única luz visible viene de una especie de pantalla a un lado, pero no proyecta mensaje o instrucción alguna de lo que se supone que tenemos que hacer.

Ahora veo a gente extraña frente a mí. Pero ellos parecen conocerme desde hace mucho. Conocen mi vida. Sienten lo que yo siento.

Se llevaron a mi sobrino.

Estas... criaturas de fisionomía humana... caminan silente y reptiloidemente, y gesticulan con la misma frialdad. Nos llevan a una recámara sombría, en la que cada uno tiene que entrar de manera individual. La puerta se mantiene cerrada, solo se abre cuando alguien entra, y se vuelve a cerrar a golpe seco. Salí corriendo en contra de todo y de todos. ¡Parecía ser la única que tenía la voluntad y la fuerza de poder escapar!

Pude sentir que algo terrible estaba ocurriendo en esa habitación, así que me di a la fuga como una gacela, y al final de un eterno corredizo salté cruzando hacia el tejado de un edificio de 40 pisos. Traté de recobrar el aliento y organizar mis ideas, ¡hacer sentido de lo que estaba ocurriendo!

Lo único que tenía claro era la sensación de que en el interior de ese cuarto las personas eran... modificadas, transmutadas, cambiadas a algo espeluznante, abominable.

Salté de edificio en edificio. Hasta llegar a un lugar seguro, la terraza de una familia. Me encontraron allí, casi sin poder hablar.

La maravilla y el terror de la prisa: han transcurrido 13 años desde que me escapé de la sala de juegos.

Tres niñas pequeñas me encuentran, desnuda, acostada y helada en el piso, escondida entre escombros. Me ven con ternura, lástima y curiosidad. Tiemblo, como un animal indefenso. Su familia me recoge, me lleva al calor de su departamento. Al bañarme por primera vez en tanto tiempo, lloro incesablemente, pero en silencio, me desmorono y caigo de rodillas al piso. Mis uñas están tan largas y sucias, como las de un rurouni o un mendigo que ha recorrido la Tierra por centurias.

Regreso a mí, y sigo en búsqueda de algo, todavía no sé de qué.

Encontré un trabajo. Voy a una oficina por primera vez en mucho tiempo, y de todos estos colores y 'sabores' nuevos, algo me parece... familiar. Esta ropa, el hombre que huele a carmesí que me mira todos los días, la chica de la bufanda gris rayada, el mensajero que siempre me abre la puerta: algo me sigue siendo habitual.

Un día, cruzo el umbral de la puerta de acceso principal al edificio, y los veo allí a los dos: ¡no sé sus nombres! ¡pero SON ELLOS!

Me miran con total asombro, como si desearan comerme como plato raro y exquisito, como si les hubiese hecho falta por... 13 años. Sé que han sido parte de mi vida, ambos hombres, pero sus caras han sido desfiguradas de cierta forma, es como si llevaran máscaras de piel... sobre sus rostros, de modo que sus orejas no se adaptan del todo, sus cejas no se adaptan del todo, y sus ojos... son de lagartijas hambrientas.

Me preguntan '¡¿qué te pasó?!'. Yo solo quiero saber una cosa: '¿qué les ocurrió a los demás en el juego?'. Algo pasó allí adentro, y debo volver ahora, a enfrentar eso de lo cual escapé.

En mi camino de vuelta me acompaña una figura demasiado parecida a la de mi padre. Me afianzo en él, buscando el solaz que tanta falta me hace. Él... me hace tanta falta. Atravesamos miríadas de cuerpos extraños, anatómicamente humanos pero de condición depredadora, fría, puramente instintiva pero no puedo registrar de ellos una naturaleza asesina o maligna. Es como caminar a través de la niebla, en medio de un purgatorio de almas en pena.

Cuando más lo necesité, 'papá' desapareció, y en reemplazo me llevaba de la mano un anciano encorvado y arrugado como papel. Me solté y seguí corriendo.

Encontré el camino de vuelta a la sala de juegos. Mi familia está allí, todos ellos. Quisiera decir que estoy contenta de verlos, pero solo siento tragedia y desesperanza. Una corriente de aire me sacude, me revitaliza.

'Tienes que pararte frente a sus caras ¡y comerte sus ojos! ¡No les temas!', me inyecta de valor mi hermano.

Crucé el umbral.

Veo un rostro sin dientes, sin sonrisa. Una anciana sin ojos. Toco sus pómulos, secos y huesudos. En su muñeca derecha, el mismo reloj que me regaló mi padre. La inscripción en su reverso: Matilde".

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